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Estoy atrapado. Me cuesta respirar, pero no porque me falte el aire; creo que es la tensión. Estoy aquí, escribiéndote, porque quiero que estés conmigo. En más de una ocasión me ha parecido verte a mí lado. Pero no puede ser. No es posible; estoy en un ascensor.
Esta situación llega incluso a parecerme cómica, alguna risita histérica borbotea de vez en cuando por los labios de mi mente. Creo que me estoy volviendo loco. Me vuelvo loco y tú no estás conmigo para ayudarme; aunque ya te veo a todas horas.
Quiero que estés aquí. Deberías verme, te sorprenderías: siempre he pretendido ser elegante, gustarte continuamente. Ahora estoy tirado en el suelo, encorvado sobre la hoja de papel en la que te escribo, iluminado sólo por una tenue luz de emergencia.
Esto es muy pequeño. No hay posibilidad de estirar las piernas. La única forma es ponerme de pie... pero no puedo, estoy demasiado cansado, demasiado aturdido y en estos días (casi tres) he tenido tiempo suficiente de pensar en ti, en mí: en nosotros. He pensado tanto que ahora las ideas se escapan por mi boca abierta, atravesando la barrera que forman mis temblorosos labios.
Después de todo el tiempo que ha pasado estarás preocupada por mí. Sé que me buscarás incansablemente, junto con mi familia y amigos. Cuando todo el mundo abandone, tú seguirás intentando encontrarme. Pero llegará un día en que ya no puedas más. Espero que eso ocurra pronto, no quiero hacerte perder el tiempo inútilmente. No dije a nadie a dónde iba; fue un grave error no haberlo hecho. Nadie me buscará aquí. Es curioso mi final. Muy curioso.
Debo de estar hecho un asco. Mi propio olor empieza a repugnarme, hace un calor infernal. Y mí pelo..., me arranco mechones con una espantosa facilidad. Mí barba empieza a hacer de las suyas y tengo los ojos tan hinchados que me cuesta mantener la vista fija en la pluma cuando te escribo. Los ojos se me cierran; pero no quiero dormir, no hay tiempo.
Tengo miedo. Me cuesta confesarlo pero tengo mucho miedo. Estoy compartiendo mí ascensor con el hambre, con la sed y, sobre todo, con la Muerte; pero a lo que de veras tengo miedo es a no volver a ver tu cara, esos ojos llenos de vacío, tan profundos; tu pelo largo y tu eterno rostro de niña adulta.
A mi lado, y un poco por encima, hay un espejo que ocupa casi todo el panel lateral. No quiero mirarme en él, me asusta pensar qué me encontraré. Quizá no sea yo quien resulte reflejado, ni tan siquiera tú... Puede que sea incluso la propia Muerte, esperándome con los brazos abiertos, invitándome a entrar en su mundo de pesadilla y a permanecer sin ti por toda la eternidad. Esto no puede estar ocurriendo. No es lógico.
Es totalmente absurdo. Si en estos días he tenido tiempo más que suficiente para echarte de menos..., ¿qué no haré en la eternidad?.
Desde que estoy aquí no he pedido ayuda; es absurdo. Mí "edificio" tiene cuatro plantas, es el único con esa altura en este pequeño pueblo (el único, por tanto, que tiene ascensor).
Aquí ya no hay nadie, yo soy el último en la pequeña villa que me vio nacer; ahora será testigo excepcional de mi desaparición.
Siempre quise ser enterrado en este lugar.
Mi ataúd será sin duda y por derecho propio la envidia de todos los que pueblan el cementerio.
Es curioso saber donde me quedé atascado: entre el primer piso y el bajo. Muy cerca del final. Esta es otra broma más del destino. La última.
Sé que estoy escribiendo porque noto movimiento en la mano. Mis ojos ya están medio cerrados y mí cuerpo se coloca ahora en posición fetal. Escribo ya por inercia. Escribo sólo porque lo hago para ti; y continuaré escribiéndote hasta que mí brazo pierda el sentido, incluso si lo hace después que el resto de mí cuerpo.
Sé que por ti haría cualquier cosa, pero ahora soy yo quien necesita ayuda. He tardado mucho en reconocerlo, pero así es. Me estoy muriendo, ¿Sabes?; me estoy muriendo y en lugar horrible, grotesco hasta la desesperación mas absoluta. Pero si aún sigo vivo es por ti; todo el mundo tiene algo por lo que seguiría viviendo y en este caso ese algo eres tú. Poco a poco me estoy sumergiendo en la oscuridad; esa oscuridad palpable, apelmazante. Es la muerte quien me rodea; no hay duda. Me estoy hundiendo en la nada; estoy preparando mis maletas para hacer un largo viaje. El billete es sólo de ida.
Recuerdo cómo tú y yo hemos disfrutado hasta ahora, lo bien que hemos vivido sin pensar en la muerte y ahora los dos pensamos en la mía. Mí vida está pasando, como se dice comúnmente, en imágenes ; una vertiginosa sucesión de ellas. Y todas, una tras otra, pasan por delante de mis ojos hinchados, cerrados..., y me producen dolor: físico y mental. Ahora los dos son uno sólo, forman un sólo dolor que me parece no sentirlo ya.
Las imágenes con sencillas, únicas, simples; son como fotografías donde salimos tú y yo en primer plano. Son los instantes que han marcado estos últimos meses de mi vida contigo. A tu lado. Fotografías..., sólo fotografías: En alguna parte he oído que son el resumen de toda una vida. Si en ellas sólo estás tú, significa que toda mi vida se resume en ti, que gira a tu alrededor.
Es una lástima, yo no he visto aún la "Luz Celestial" que se ve y se siente al fondo de un largo túnel cuando uno está a las puertas de la Muerte. Aún no las abren para mí, no quieren dejarme entrar todavía. Todo esto es como un sueño, como una pesadilla, donde el único camino posible para salir de él es meterse en otro, el último, el definitivo. Ya estoy ansioso por acabar todo esto, me agota esta interminable espera.
Y lo peor de todo es que creo que ya me he vuelto loco.
Las horas caen sobre mi con cuentagotas; su sonido es una auténtica tortura.
El único contacto que mantengo con el exterior es mi reloj. Por lo visto, está amaneciendo.
Para el mundo aún es temprano; para mí es demasiado tarde.
Y Yo aún sigo escribiendo. Conociendo mí final, mí única y estúpida preocupación real es que se acabe la tinta de mí pluma y no pueda seguir escribiéndote. Escribir es mí única salida, lo único que consigue relajarme, aún en lo precario de mí situación.
Ante todo, no me olvides, y no olvides esto que te escribo, porque es sólo para ti. Pero sé que nunca llegará a tus manos. Nunca saldrá de las mías. Todo esto no tiene ningún principio, el fin está aquí al lado, a la vuelta de la esquina, yo sólo soy un viajero lento, un turista rezagado.
Agua
Ya hace tiempo que noto cierta humedad en el ambiente. Una delgada capa de agua se ha formado en el piso del ascensor. Un líquido que fluye libre en todas direcciones y por cada grieta del edificio.
Agua
Ahora recuerdo qué fue lo me trajo aquí, había abandonado mí casa hacía tiempo y sólo he vuelto para recuperar algo mío que dejé olvidado. Al final no lo encontré, apuré el tiempo al máximo y salí corriendo del piso porque había oído, a lo lejos, una sirena que avisaba por última vez que todo aquel que pudiese estar aún en el pueblo debía irse. El desalojo fue motivado por el trasvase de un pantano a varios kilómetros de distancia y situado sobre el nivel de asentamiento del pueblo. Debía irme. No había tiempo. Me metí en el ascensor. Era el medio más rápido de bajar. Pero alguien cortó la electricidad inconsciente de lo que hacía y por eso estoy aquí ahora, perdiendo fuerza en mí mano y esperando morir rápido, antes de que el nivel del agua me ahogue; no quiero morir ahogado. Debe ser horrible la sensación de no poder respirar; que los pulmones se llenen de agua y que sea sólo cuestión de segundos dejar esta vida.
Lo peor es la angustia que me produce conocer mi fin. Quizá si no hubiera venido por aquí estaría contigo, haciéndote compañía en cualquier parte sin otra preocupación que seguir con nuestra vida. Juntos. Siempre.
Pero estoy aquí. Es algo que no tiene remedio.
Voy a morir. Y seguramente ahogado.
Ya tengo más de tres centímetros de agua a mí alrededor. A lo lejos puedo oír el rugido de un torrente que se acerca rápido, rápido y furioso, destruyendo todo aquello que se interpone en su camino, lo que un día fue mi hogar.
Agua
Mí boca está ya oculta bajo el agua y mí nariz no aguantará ya mucho tiempo. Soy incapaz de levantar la cabeza; en realidad quiero acabar pronto. Durante estos días he pensado en lo ridículamente sencillo que resulta perder la vida.
¿Por qué me ha ocurrido esto a mí?, me pregunto una y otra vez.
¿Y por qué no?, es lo que obtengo por toda respuesta.
La muerte es mi única forma de salvación. Llevo días esperándola.
Agua
Admitir que se quiere morir es casi un suicidio. La vida es como una carrera donde no recibe el trofeo quien primero llega a meta, sino quien lo hace en último lugar; yo, simplemente, no tengo fuerzas para seguir corriendo. Estoy demasiado cansado para continuar luchando por nada. Y lo que es seguro es que no podré hacerlo solo.
Me gustaría que supieras lo que de verdad has significado para mi. Quiero que recibas esto que te escribo pero sé que no será posible. La única y última alternativa es hacer con este papel un barquito, y dejarlo flotando a la deriva de un extremo a otro de la cabina. Una idea estúpida, ¿verdad?, pero es que, a estas alturas, y en la posición en la que me encuentro, resulta aburrido ser lógico.
Agua
Bueno, ya me despido. Por las comisuras de mis labios entran ya cantidades respetables de agua que me inundan gota a gota los pulmones. El agua es pantanosa, putrefacta; es agua parada, de charca, con un olor insoportable...
Pero no quiero despedirme así, lo haré escribiendo la frase mágica que lamentablemente no he escrito aún hasta ahora:
TE QUIERO. Adiós.
Agua
PARA SIEMPRE
PARA MóNICA
P.D.: Te veré al final del camino.
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