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a Prólogo de TODO LO QUE NO HABRÁ, por PACO BELLO. Página anterior
 

Con paciencia y melancolía a veces llegan las mejores ideas.

El ser humano necesita ser devorado por la Luna, por el viento entre los árboles, por un beso a destiempo en un lugar inoportuno.

Y de repente llegan los versos.

El corazón bombea y derrama toda la vida vivida – y la que no habrá- sobre el incierto paisaje de tantos espejos convertidos en ventanas y viceversa – o viceverso – .

Nada hay más sencillo que ser uno mismo cuando somos felices, porque -sencillamente- en los momentos de dicha las cuestiones peliagudas pasan a un segundo plano.

Pero nada nos gusta más que complicarnos la existencia. Reconozcámoslo en voz bien bajita. Creemos que lo sencillo nos limita, y que lo complejo nos enriquece. Creemos en tantas cosas que no creen en nosotros...

Por eso acudimos al psicólogo, a las pastillas, a misa, a los bares y las discotecas, a los prostíbulos, a los centros comerciales...y al folio en blanco.

El folio en blanco. Para muchos, el comienzo de una película de terror. La zozobra. Y el mareo. Toca desnudarse. Y ese acto nunca resulta fácil cuando el ojo del tiempo nos espía por el ojo de la cerradura. Somos pulpos llenos de tinta. Escribimos para defendernos.¿Contra qué?

Contra un cielo demasiado azul, o demasiado negro, o demasiado gris o estrellado. Pero luego aparece el cielo protector que nos anima a esparcir toda nuestra bendita vulnerabilidad sin miedo al qué diremos de nosotros mismos.

Y a mí me da la hermosa sensación de que Héctor Álvarez se da mucha cuenta de ello en este lúcido y cautivador conjunto de “secretos desenjaulados”. Héctor escribe desde – y con-  la punta del iceberg.

Me gusta especialmente el poema “Insectos” con esa búsqueda de no se sabe qué subyacente. También “Mi dinero”, “Apagados” y “Eres” son muy clarividentes. “Caja de galletas” tiene un final que me encanta; la dulce ingenuidad de “Saltar al vacío” toca la fibra en tres segundos de deliciosa lectura. “Tinta invisible” y el aire que desprende “Fotos” son de mis preferidas.”Tocar y volver” me apasiona con su triste intensidad. También el poema titulado “Los Pitufos” invita a una tranquila sonrisa.

En definitiva, leer estas “inquietas historietas” te obliga a chocar con la masa de sueños y deseos que late debajo del antes citado iceberg al que Héctor le ha sacado mucha punta.

No parece cómodo admitir que – en algún momento dado- el Titanic se puede estar hundiendo, a pesar de todo lo listos que somos, nosotros, los seres humanos, modernos y malditos.

Pero hay maneras de salvarse. Éstas páginas que siguen, así lo demuestran.

Paco Bello, Madrid, octubre 2007.

 


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